¿Qué es el Síndrome de Piernas Inquietas (SPI) y qué incidencia tiene en la población?
Es una patología muy prevalente que afecta aproximadamente al 5% de la población y a un 15% de la población en la tercera edad. El pico de incidencia en la mujer se da entre los 60 y los 69 años mientras que para los hombres, el pico de incidencia se produce antes (entre los 50 y 59 años). Se trata de una patología más prevalente en las mujeres (15%) que en los hombres (7%), sobre todo porque su aparición está relacionada con problemas en el metabolismo del hierro. La mujer es más propensa a padecer déficits en los depósitos del hierro y estará, por tanto, más predispuesta a sufrir Síndrome de Piernas Inquietas (SPI).

¿Qué síntomas alertan de la presencia de la enfermedad y qué causa la misma?
Los pacientes acuden a la consulta quejándose de una sensación desagradable, generalmente en las piernas (aunque la molestia puede afectar a otras partes del organismo), de predominio vespertino (última hora de la tarde-noche) que se describe de manera variada: hay quien identifica esa sensación como dolor, otros como picor, sensación de hormigueo, etc. aunque lo general es que todos los pacientes hablen de una sensación de inquietud en sus extremidades, sensación que se activa en reposo y disminuye con el movimiento (caminando o estirando las piernas). Debido a esta sensación, muchos de estos pacientes van a tener dificultades en la conciliación del sueño y es realmente por este motivo –y no por las molestias que se producen en las piernas- por lo que realmente los pacientes acuden a la consulta.

En cuanto a las causas, hemos observado que en el 50% de los casos de Síndrome de Piernas Inquietas (SPI) hay antecedentes familiares, por lo que contamos con una serie de marcadores genéticos identificados para esta enfermedad, que además se presenta en personas que tienen un trastorno determinado en el metabolismo del hierro, relacionado con niveles bajos de ferritina. Lo que ocurre en el SPI, concretamente, es que hay un mal acceso del Sistema Nervioso Central (SNC) al hierro periférico y, secundariamente, esto desemboca en que haya un exceso de dopamina, uno de los neurotransmisores de nuestro cerebro. Por eso los tratamientos más sencillos son con agonistas dopaminérgicos, o sea que estos fármacos se unen al receptor de la dopamina y parece ser que bloquean este receptor de dopamina ante este exceso de dopamina.

Aparte de los agonistas dopaminérgicos, ¿qué otros tratamientos (tanto farmacológicos como no farmacológicos) son los más habituales y eficaces en el tratamiento del SPI?
El tratamiento con agonistas dopaminérgicos suele ser agradecido. Además, aunque se puede leer que este tratamiento es el mismo que se administra a los pacientes con Enfermedad de Parkinson, el Síndrome de Piernas Inquietas no tiene ninguna relación demostrada hasta la fecha con la Enfermedad de Parkinson.

Por otro lado, aparte de los tratamientos farmacológicos, a quienes padecen Síndrome de Piernas Inquietas se les recomienda otra serie de medidas como la práctica del ejercicio físico o la realización de estiramientos, sobre todo en las horas cercanas al sueño, al irse a la cama. También estarían indicadas medidas de estimulación cognitiva en estas horas y se recomienda evitar los excitantes como el café, el té o el chocolate y también el tabaco y el alcohol.

¿Existe alguna novedad terapéutica próxima o reciente que pueda condicionar el curso de esta enfermedad?
Los agonistas dopaminérgicos y el hierro son, como decía, los dos bloques de tratamientos más recomendados en SPI pero vamos aprendiendo (ya que estamos hablando de una patología relativamente reciente) que muchos pacientes desarrollan lo que se conoce como un fenómeno de aumento, que se da aproximadamente en el 15% de los pacientes con SPI tratados con agonistas dopaminérgicos y que significa que en la evolución de la enfermedad, en este 15% de pacientes tratados con agonistas dopaminérgicos, se produce un empeoramiento en las molestias, produciéndose estas unas horas antes en el día y englobando más áreas corporales, por ejemplo los brazos.

También se empieza a considerar como tratamiento para el SPI el uso de fármacos neuromoduladores como la pregabalina o la gabapentina, y también hay pacientes tratados con hipnóticos como clorazepam, lo que supone un error, ya que las benzodiacepinas no mejoran el curso de una enfermedad como el Síndrome de Piernas Inquietas (SPI).

¿Cómo se confirma el diagnóstico de esta enfermedad?
Existen unos criterios diagnósticos sencillos establecidos para detectar el SPI aunque lo cierto es que no siempre es fácil saber qué pruebas hay que solicitar para obtener la confirmación del diagnóstico. Es claro que debe realizarse un estudio del metabolismo del hierro y no quedarse solo en el hemograma por si el paciente tiene o no anemia. Hay que solicitar valores de ferritina, transferrina y otra serie de parámetros.

Por otro lado, es recomendable hacer un estudio de sueño, ya que las sacudidas de piernas que los pacientes con SPI tienen por las noches pueden también ser un factor de riesgo de trastorno cardiovascular, de ahí la conveniencia de un estudio del sueño para vigilar este aspecto. Asimismo, casi la totalidad de los pacientes con SPI tienen sacudidas de piernas durante el sueño, por lo que un estudio del sueño ayudaría a descartar o confirmar el diagnóstico del SPI.

Por último, hay quien empieza a recomendar tests de inmovilización múltiple, donde se ingresa al paciente, se le indica que se quede quieto, y se observa su comportamiento a lo largo de una horas, anotando en un diario todas las incidencias y cómo va o no presentando las molestias.

¿Estamos ante una enfermedad infradiagnosticada?
El problema del infradiagnóstico es una constante en la Medicina del Sueño y el SPI no es ajeno a esta realidad. Además, el enfermo de SPI sufre en la mayoría de ocasiones un peregrinaje de años por multitud de centros de salud y hospitales hasta que encuentra a un especialista que le diagnostica correctamente la enfermedad.

¿Cómo debe ser, por tanto, el abordaje de esta enfermedad por parte de los profesionales sanitarios?
Al ser una patología frecuente debe ser conocida por todos: neumólogos, neurofisiólogos e incluso neuropediatras, porque hemos observado un aumento de esta patología en niños, probablemente relacionada con la aparición de TDAH. También, por supuesto, los médicos de Atención Primaria deberían tener un buen conocimiento de esta patología, para un adecuado diagnóstico y porque esta enfermedad tiene una alta prevalencia.